CASA GOLF
COSTA ESMERALDA, BUENOS AIRES
Ubicación: Costa Esmeralda, Buenos Aires
Proyecto y Dirección: Arq. Luciano Kruk
Coordinación de proyecto: Arq. Ekaterina Künzel
Coordinación dirección de obra: Pablo Magdalena
Colaboradores: Arq. Josefina Perez Silva, Arq. Andrés Conde Blanco, Federico Eichenberg, Dan Saragusti, Isabelle Ducrest
Fotos: Daniela Mac Adden
Edición de memoria: Arq. Mariana Piqué
Superficie del terreno: 1000 m²
Superficie construida: 274 m²
Año de construcción: 2015
Casa Golf está geográficamente ubicada en el centro del barrio Costa Esmeralda, a trece kilómetros al norte de la ciudad marítima de Pinamar.
El lote se implanta en la zona del barrio topográficamente más alta, lindando al frente y al contrafrente con una cancha de golf, la cual, junto con la vegetación autóctona –mayormente agreste- conforman su entorno inmediato. Originalmente se circunscribía a un médano virgen con una pendiente que se elevaba a medida que se alejaba de la calle, el cual el Estudio propuso preservar.
La encomienda consistió en una casa de descanso que pudiera ser vivida en las cuatro estaciones del año y que no requiriese demasiado mantenimiento. El programa debía contemplar la disposición de tres dormitorios secundarios (dos de ellos con cuarto de baño compartido y uno en suite) y uno principal, completamente independiente de los anteriores, servido por otro cuarto de baño y vinculado abiertamente con un espacio que pudiese ser vivido como estar íntimo y atelier de pintura. Se deseaba que el lugar destinado a la pareja constituyera un reducto de calma, que se conectara visualmente con su entorno natural y estuviese estrechamente vinculado con una expansión exterior. Este sector y el destinado a las actividades sociales debían constituir los espacios protagónicos de la vivienda. Así mismo, se manifestó la intención de preservar la vegetación nativa y de potenciar las imponentes vistas propias del lote.
La propuesta del Estudio consistió en una casa enteramente materializada en hormigón visto, material cuya noble expresión estética permitiese un respetuoso diálogo con su entorno.
La estrategia arquitectónica buscó organizar los distintos requerimientos funcionales en paquetes bien diferenciados contenidos en tres volúmenes puros, direccionados según distintas orientaciones y dispuestos a diferentes niveles.
El acceso y los dormitorios secundarios conformaron el volumen inferior, el cual fue, en su extremo posterior, semienterrado en el médano. Junto con una caja situada en su lado opuesto -destinada a depósito- oficiaron de apoyos del prisma que albergaría los espacios destinados a la dinámica de las actividades familiares. El tercer volumen, contenedor de la suite principal, tomó la máxima altura, gozando de la intimidad requerida por el cliente.
En relación al proyecto general se buscó el aprovechamiento de las visuales sin que esto repercutiese en la pérdida de la necesaria preservación de la intimidad de sus espacios, desafío muy propio de la arquitectura acristalada contemporánea.
El volumen visualmente más permeable sería el contenedor de las actividades de la vida social, no solo por la transparencia de su envolvente sino también por su disposición paralela a la calle, contraria a la de los otros dos volúmenes, que se dispusieron de manera perpendicular, replegándose hacia el lote.
El prisma social tomó el máximo ancho edificable y se elevó a la cota de mayor altura del médano, situada en la parte posterior del lote. Esto le proveyó de un radio de vistas de 180 grados sobre la cancha de golf, vistas abiertas sobre el barrio y un adecuado recogimiento respecto de la calle. Para reforzar aún más la privacidad de su espacio se decidió forestar con pinos marítimos el sector que media entre éste y la calle y se procedió a la disposición de parasoles verticales, que a su vez contribuyeron a la reducción de la incidencia del sol del oeste en su interior. Del mismo modo, los aleros horizontales –losas en voladizo- lo hacen del sol vertical del norte, que unidos monolíticamente a tabiques verticales cumplen el mismo rol que los parasoles del frente. El volúmen superior, provisto de adecuada independencia, alcanza además -a modo de cañón- las visuales del horizonte lejano del mar.
El área social expande, hacia el frente, por medio de una terraza-mirador. En el sentido opuesto, otra expansión (de mayores dimensiones y de carácter más privado) abre el estar-comedor hacia el exterior. El volumen de la suite la sobrevuela en su mayor parte, otorgándole protección solar y del agua de lluvia. Todas las terrazas fueron construidas en madera de quebracho. Despegadas mediante un aire de las cubiertas sobre las que se expanden, contribuyen a la reducción de la incidencia solar de los locales que cubren.
Los paramentos menos asoleados (los orientados al sudeste) fueron aislados térmicamente mediante un revestimiento interior conformado por madera de kiri. El mismo recurso se empleó sobre los tabiques contra los que apoyan los respaldos de las camas a fin de suavizar la aspereza del hormigón en los locales más íntimos.
Además del control solar provisto pasivamente por la propia arquitectura -a fin de que la casa pudiera ser vivida confortablemente durante todo el año tal como el cliente lo solicitó- éste se completó mediante el equipamiento de sistemas de acondicionamiento de aire. Se instalaron equipos de refrigeración tipo Split y de calefacción por piso radiante.
La disposición de los prismas buscó configurar la casa como un artefacto-mirador compuesto por volúmenes dispuestos en torno a un eje articulador: la circulación vertical. Su entrecruzamiento, sumado al parcial soterramiento del volumen de acceso, buscó disminuir la altura y atenuar el impacto visual de la volumetría total. Las grandes luces y los vuelos que esta configuración arquitectónica requería solo pudieron ser posibles gracias a las propiedades estructurales del hormigón armado empleado.